Firme en el Salah


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Firme en el Salah

 

 Cuatro años después de la Hégira [la emigración de los seguidores del Islam desde Mekka a Medina], en la ciudad de Medina, los musulmanes todavía estaban en peligro debido a la tribu judía, los Banu Nadir, quienes rompieron su pacto con el Profeta Muhammad [la paz y las bendiciones de Allah sean con él].

 


Entonces la comunidad recibió noticias de que algunas tribus desde el desierto de Najd estaban a punto de atacar. Entonces, el Profeta del Islam [pbuh] levantó a más de cuatrocientos musulmanes para prevenirlos de atacar.
Al llegar a Najd, encontraron que sólo las mujeres estaban en las casas; los hombres se habían refugiado en las colinas.

 

Algunas de las tribus de Nadj se reagruparon y se prepararon para la lucha. El momento del 'Asr [la oración de la tarde] llegó, y los musulmanes se dividieron en dos, como fue revelado, y cada grupo oró luego del otro. El enemigo, viendo la disciplina entre los musulmanes sintió temor y desasosiego. No atacaron. Entonces, los musulmanes volvieron a Medinah.

 



El Profeta de Allah [la paz y las bendiciones de Allah sean con él] preguntó:

"¿Quién será nuestro guardia esta noche?" Inmediatamente reclutó dos hombres: Abbad ibn Bishr y Ammar ibn Yasir. Abbad vio que Ammar estaba cansado y le preguntó: "¿Qué parte de la noche deseas dormir, la primera o la segunda?" "La primera parte", dijo Ammar.

 

La noche era Serena. Todo parecía tranquilo. Abbad decidió pasar la noche en Ibadah [actos de adoración] mientras que su compañero estaba dormido y comenzó a recitar el Corán. Abbad pronto se paró y enfrentó la Meca para realizar el Salah [la oración]. Empezó a recitar Sura al-Kahf de ciento diez versos que explica las virtudes de la fe, la verdad y la paciencia y el paso del tiempo.

 

Mientras estaba absorto en la recitación y el pensamiento, un enemigo vino de las montañas de Najd y los vio vulnerables. El hombre sacó su arco y lanzó una flecha hacia Abbad. Con calma, Abbad sacó la flecha y continuó su meditación. El enemigo disparó una segunda (flecha), luego una tercera flecha. Abbad las sacó una por una y acabó su recitación. Débil y dolorido, por fin, él estiró su mano derecha durante su postración y despertó a su compañero Ammar.

"¡Glorificado sea Allah! ¿Por qué no me despertaste cuando te alcanzó la primera flecha?" "Recitar los versos del Corán me lleno de maravillas, que me disgustó acortarla. Hubiera preferido la muerte en lugar de detenerme justo en el medio." Abbad no murió este día; pero murió luego como un shahid [mártir], en la batalla de Yamamah. Luchó con tanta vehemencia que las heridas lo dejaron irreconocible. Era un verdadero creyente.


 

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