La historia de Noé


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Los relatos del diluvio en las tradiciones judía y cristiana reconocen a Noé como un hombre recto en un mundo aplastado bajo el peso del pecado y la incredulidad. El Corán y los dichos del Profeta Muhammad, que la misericordia y las bendiciones de Dios sean con él, nos enseñan que el Profeta Noé era un faro de esperanza entre los descendientes de Adán, en una época donde el pecado y la anarquía se habían apoderado de la gente.

La humanidad había sido una comunidad creyente en la Unidad y Unicidad de Dios, pero la confusión y la desviación se habían deslizado. Noé era un hombre tranquilo y paciente, que llamó a su pueblo a regresar a la adoración del Único Dios Verdadero. Él fue un orador excepcional, ordenando a aquellos que lo rodeaban que abandonaran la adoración y la veneración de ídolos y estatuas, y que escucharan su advertencia de un castigo terrible por venir.

“Enviamos a Noé a su pueblo, y les dijo: ¡Oh, pueblo mío! Adorad solamente a Allah, pues no existe otra divinidad salvo Él. ¿Es que no Le teméis?” (Corán 23:23)

Noé narró historias sobre los misterios de la vida y las maravillas del universo. Él describió cómo el día, que brinda luz solar y actividad, es seguido por la noche que brinda frescor y descanso. Habló de Dios, el Creador Divino a Quien pertenecen el cielo y la tierra, y señaló la amplitud y la belleza de la tierra. Noé explicó que la creación del mundo era para el bienestar de la humanidad, pero que el hombre también tenía la obligación de entender esto y dirigir su adoración a Dios, no a deidades falsas. Cuando Noé comenzó a hablar del castigo que espera a los idólatras, su pueblo se llenó de resentimiento e ira[1].

Cómo comenzó la idolatría

El Profeta Muhammad nos informó que hubo diez generaciones entre los Profetas Adán y Noé[2]. Sabemos que este fue un período largo de tiempo, pues el mismo Noé vivió más de un siglo, y la gente antes vivía más tiempo.

En aquellos años, entre Adán y Noé hubo generaciones de gentes que recordaban las leyes impartidas por Adán y adoraban a Dios correctamente. Los años pasaron y la gente olvidó, a veces los hombres rectos entre ellos recordaron a la gente sus obligaciones para con Dios. A medida que el tiempo continuó avanzando, los hombres rectos comenzaron a morir, y Satanás estuvo susurrando a la gente que los había visto, poniendo en sus mentes pensamientos a su modo astuto, hábil.

Satanás inspiró a la gente buena para que hiciera estatuas de los hombres rectos. De este modo, les decía Satanás, recordarían a los justos y así recordarían adorar a Dios. La gente buena construyó estatuas en sus lugares de reunión y en sus casas, y Satanás los dejó solos hasta que todos habían olvidado la razón por la que existían esas estatuas. Muchos años después, el retorcido Satanás apareció entre la gente, esta vez sugiriéndoles que adoraran directamente a los ídolos.

Una narración auténtica del Profeta Muhammad resume el inicio de la idolatría de la siguiente forma. Ibn Abbas, un compañero cercano del Profeta Muhammad, dijo:

“Los nombres (de los ídolos) pertenecieron inicialmente a algunos hombres piadosos del pueblo de Noé, y cuando ellos murieron Satanás inspiró a su pueblo a elaborar y colocar ídolos en los lugares donde acostumbraban reunirse, y a llamar a esos ídolos por sus nombres. La gente lo hizo, pero los ídolos no fueron adorados hasta que esta gente (que comenzó con ellos) hubo muerto y el origen de los ídolos se hizo oscuro, con lo que la gente comenzó a adorarlos”. (Sahih Al Bujari)

El llamado de Noé

La palabra Profeta (Nabi en árabe) deriva de la palabra Naba, que significa noticias. La Revelación es dada por Dios y, a su vez, el Profeta difunde las noticias entre su pueblo. Un Mensajero, por otra parte, es enviado con una misión específica, usualmente para transmitir un nuevo ordenamiento proveniente de Dios. Todo Mensajero es un Profeta, pero no todo Profeta es un Mensajero[3]. Como se trataba de la primera desviación de la adoración correcta a Dios como fue enseñada por el Profeta Adán, Dios, en su infinita Bondad y Misericordia, cumplió su promesa hecha a Adán de enviar mensajeros como guía para la humanidad. Dios envió a Noé, el primero de Sus Mensajeros[4]. Abu Hurairah narró que el Profeta Muhammad dijo:

“En el Día del Juicio, la gente vendrá a Noé y dirá: ‘Oh, Noé, eres el primero de los Mensajeros enviados a la Tierra, y Dios te llamó siervo agradecido’”. (Sahih Al Bujari)

Adorar a algo o alguien fuera de Dios tiene graves consecuencias, la menor de las cuales es una pérdida de libertad, puesto que Satanás esclaviza al hombre, destruye su mente y lo incapacita para reconocer el bien del mal. Cuando Noé advirtió a su pueblo del tormento que les esperaba si no abandonaban la idolatría, sus advertencias cayeron principalmente en oídos sordos. Noé explicó el engaño de Satanás, pero su pueblo le dio la espalda y se rehusó a escuchar. Noé les advirtió de día y de noche, anunció su mensaje en público y en privado. Sin embargo, la gran mayoría de ellos negó sus palabras. Noé clamó a Dios:

“¡Oh, Señor mío! Por cierto que exhorté a mi pueblo noche y día, pero mi exhortación sólo ha servido para que se aparten aún más [del camino recto]. Y toda vez que los llamé hacia la guía para que Tú los perdonases, se pusieron los dedos en los oídos, se cubrieron con la ropa, se obstinaron y se ensoberbecieron”. (Corán 71:5-7)

Aquellos que respondieron a la llamada de Noé fueron los más débiles y pobres de su pueblo. Los líderes y aquellos con poder respondieron con arrogancia y rechazaron el llamado. Dijeron:

“Nosotros consideramos que estás en un evidente error”. (Corán 7:60)

Noé continuó apelando a su pueblo, día tras día y año tras año. Durante 950 años tuvo que soportar sus insultos y sus burlas.

Noé continuó apelando a su pueblo y ellos se dividieron en dos grupos. Sus palabras llegaron a los corazones de los débiles, los pobres y los oprimidos, pero la gente rica e influyente desconfió de esas palabras y sólo podía pensar en la posible erosión de su poder y su estatus. Una guerra de palabras comenzó entre Noé y los incrédulos. Ellos acusaron a Noé de no ser más que un ser humano cualquiera, de no ser nada especial. Noé estuvo de acuerdo con esta observación y dijo que, en efecto, no era más que un ser humano, pero uno que traía una advertencia clara. Y Dios Todopoderoso nos dice:

“Por cierto que enviamos a Noé a su pueblo [y les dijo]: Yo soy para vosotros un amonestador evidente, no adoréis sino a Allah, pues temo que os azote el castigo de un día doloroso [el Día del Juicio]. Los líderes de la incredulidad de su pueblo dijeron: No eres más que un mortal como nosotros, y sólo te siguen los pobres y débiles de nuestro pueblo que no piensan. Ciertamente no os creemos mejores que nosotros, sino que os consideramos mentirosos”. (Corán 11:25-27)

Noé explicó a su pueblo rebelde que iban a recibir beneficios si se volvían hacia Dios y pedían Su perdón. Él los bendeciría con abundante lluvia, con progenie y riqueza. Él les otorgaría jardines generosos y ríos que fluyen. Sin embargo, los incrédulos rechazaron sus palabras, ellos se sentían seguros en su arrogancia y orgullo.

El conflicto se intensificó

Aquellos que estaban en contra de Noé y su llamado comenzaron a negociar con él. Le dijeron que estos dos grupos distintos, los humildes y pobres y los ricos y poderosos, no podían coexistir en la misma fe. Aunque era continuamente ofendido e intimidado por los incrédulos, Noé reaccionó de manera amable y gentil. Explicó que él nunca daría la espalda a los creyentes humildes y débiles que habían atendido a su llamado. Esta gente, les informó, eran los invitados de Dios. Noé hizo un llamado a su pueblo. Intentó razonar con ellos y hacerles ver la realidad de su situación. Sin ninguna ganancia personal y con un corazón humilde pero valiente, Noé refutó sus argumentos.

“¡Oh, pueblo mío! No os pido retribución alguna a cambio [de transmitiros el Mensaje], pues Allah será Quien me recompensará, y no voy a rechazar a los creyentes [como me pedís], ciertamente ellos se encontrarán con su Señor [Quien los recompensará por su fe]; y veo que sois un pueblo de ignorantes. ¡Oh, pueblo mío! ¿Quién me protegerá de Allah [y Su castigo] si los rechazo? ¿Es que no recapacitáis? No os digo que poseo los tesoros de Allah, ni conozco lo oculto, ni os digo ser un Ángel, pero tampoco digo que Allah no recompensará [en la otra vida] a aquellos que vosotros consideráis inferiores [los débiles y los pobres, como pretendéis], pues Allah bien sabe lo que hay en sus corazones, y si así lo dijese me contaría entre los inicuos”. (Corán 11:29-31)

Los desacuerdos continuaron hasta que los incrédulos se quedaron sin argumentos. Se burlaron de Noé y de los creyentes, pero Noé continuó difundiendo su mensaje. Finalmente, no pudo más y se volvió hacia Dios con súplicas sinceras. Noé no perdió la paciencia, se mantuvo paciente, amable y gentil. Pero se había dado cuenta de que los incrédulos no harían más que difundir la corrupción y la incredulidad en toda la región. Ellos podrían desviar y corromper a los creyentes y entregar un legado de incredulidad a sus hijos. Noé oró a Dios. Dijo:

“Si les dejaras, extraviarían a Tus siervos y no engendrarían sino a pecadores e incrédulos”. (Corán 71:27)

Así que Dios aceptó las súplicas de Noé.

El Arca

Dios instruyó a Noé para que construyera el Arca y castigó a los incrédulos con un diluvio.

“Construye el Arca bajo Nuestra observancia y según Nuestra orden, y no Me pidas compasión por quienes obraron injustamente, pues ellos serán ahogados”. (Corán 11:37)

Noé eligió un sitio fuera de la ciudad y lejos del mar para construir este Arca. Los incrédulos se burlaron y rieron, haciendo comentarios acerca de la ubicación de la embarcación, lejos de cualquier fuente de agua. Los incrédulos no tenían comprensión del poder y la magnificencia de Dios, de modo que no podían entender por qué Noé construiría un barco en la cima de una colina, lejos del océano. Ellos lo llamaban loco y se reían de él a carcajadas. La embarcación comenzó a tomar forma y, cuando estuvo terminada, Noé esperó pacientemente las órdenes de Dios.

“Cuando llegue Nuestro designio y [como señal de ello] el agua brote de la tierra [e inunde todo], haz subir a ella una pareja de cada especie, embarca a tu familia, salvo a quienes de ellos decretamos que serían destruidos, y a los creyentes. Y ciertamente unos pocos creyeron en él”. (Corán 11:40)

Cuando el agua comenzó a brotar de la tierra y a caer desde el cielo, Dios instruyó a Noé para que entrara al Arca con su familia y con los creyentes. Dios también le ordenó a Noé llevar con ellos una pareja (macho y hembra) de cada animal, pájaro e insecto con él. Los incrédulos lo observaron con escepticismo, preguntándose qué pretendía hacer con los animales.

La esposa de Noé no lo acompañó, puesto que nunca creyó en el mensaje que Noé había predicado, ni tampoco su hijo mayor, que prefirió huir a un monte elevado. Los eruditos del Islam sostienen diferentes opiniones respecto al número de personas en el Arca, pero el mayor estimado es 80. En cuanto los creyentes y los animales entraron al Arca, el agua brotó de cada grieta en la tierra y la lluvia cayó del cielo en cantidades nunca antes vistas. Hora tras hora los niveles de las aguas crecieron, y los mares y ríos invadieron la tierra.

Los creyentes entraron en el arca en el nombre de Dios, tal y como los musulmanes de hoy día comienzan cada cosa que hacen en el nombre de Dios.

“Embarcad [y decid]: ¡Qué en el nombre de Allah navegue y ancle! Por cierto que mi Señor es Absolvedor, Misericordioso. Y [el Arca] navegó con ellos entre olas como montañas…”. (Corán 11:41-42)

Noé construyó el Arca de acuerdo a las instrucciones de Dios con tablas y clavos, y mantuvo a los creyentes a salvo de la lluvia torrencial y del agua que brotaba de la tierra. Luego el interior de la tierra se movió de maneras inusuales y el fondo de los océanos aumentó en arrebatos repentinos, causando olas que inundaron la tierra. Estas olas, tan grandes como montañas, lo sumergieron todo, alcanzaron al arca haciéndola aparecer tan frágil como una caja de cerillas arrojada al mar. Esta construcción, hecha de madera, se convirtió en un barco de seguridad y protección, ya que sus pasajeros tuvieron verdadera fe y confianza en Dios.

Desde su lugar seguro en el Arca, Noé pudo ver a uno de sus hijos rodeado por las aguas. Noé gritó a su hijo, implorándole que subiera al Arca y dejara a los incrédulos a su suerte. El hijo, sin embargo, estaba pensando en términos de este mundo y no con confianza en Dios. Él respondió que iba a irse a una montaña, sin imaginar que las olas iban a cubrir la montaña. Noé le rogó a su hijo diciendo: “Nada puede salvarte este día, excepto la misericordia de Dios”. El hijo se rehusó y se ahogó.

“…y Noé llamó a su hijo que se encontraba en un lugar apartado: ¡Oh, hijito mío! Embárcate con nosotros y no te cuentes entre los incrédulos. Dijo [su hijo]: Me refugiaré en una montaña que me protegerá de las aguas. Dijo [Noé]: Hoy no habrá nada que pueda socorreros del designio de Allah, y sólo se salvará aquel a quien Allah le tenga misericordia; y las olas se interpusieron entre ambos, y [su hijo] se contó entre los ahogados”. (Corán 11:42-43)

El diluvio termina

“Y fue ordenado: ¡Oh, tierra! Traga tu agua. ¡Oh, cielo! Deja de llover. Y entonces el agua fue descendiendo y así se cumplió el designio [y los incrédulos fueron destruidos], y [la embarcación] se detuvo y se asentó sobre el monte Yudii, y fue dicho: ¡La maldición recayó sobre los inicuos y fueron exterminados!” (Corán 11:44)

A diferencia de las tradiciones cristiana y judía, el Islam no menciona a Noé enviando a un pájaro (ni una paloma ni un cuervo) a buscar tierra firme. Por el contrario, por orden de Dios se detuvo la lluvia y el agua dejó de brotar de las grietas de la tierra. La calma volvió y el sol comenzó a brillar. El diluvio había limpiado la tierra de la idolatría y de los incrédulos. Ni una sola persona que había descreído de Dios permaneció en la tierra. La tierra se tragó el agua y el Arca se posó sobre el monte Yudii (que se cree está en la actual Turquía).

Noé fue un Profeta y líder de los hombres, pero también fue padre. Se volvió a Dios con tristeza y lloró:

“¡Oh, Señor mío! Por cierto que mi hijo era parte de mi familia [y pensé que no sería destruido]; Tu promesa es verdadera, y Tú eres el mejor de los jueces”. (Corán 11:45)

Noé recordó que Dios había prometido salvar a su familia. Noé no dudaba de la palabra y las promesas de Dios, pero quería entender. Así Dios le enseñó a Noé una lección.

Los seres humanos hemos asignado significados específicos a las distintas palabras de las lenguas que hablan, pero Dios a menudo les puede dar un nuevo significado, más amplio. Por ejemplo, la palabra oración originalmente significa suplicarle a Dios, pero el Islam vino y le dio un nuevo sentido, convirtiéndola en un ritual que se realiza cinco veces al día. Cuando utilizamos la palabra familia, pensamos en lazos consanguíneos y relaciones, y Noé estaba implorando a Dios porque su hijo era de su familia. Dios le dijo a Noé que su hijo definitivamente no era parte de su familia debido a que era injusto. La verdadera familia son los creyentes rectos de Dios.

“Dijo Allah a Noé: ¡Oh, Noé! Ciertamente él no era de [los que se salvarían de] tu familia, pues obró en forma impía [e incrédula]; no Me cuestiones sobre lo que careces de conocimiento. Te advierto para que no te cuentes entre los ignorantes”. (Corán 11:46)

Noé entendió. Dijo:

“Dijo [Noé]: ¡Oh, Señor mío! Me refugio en Ti de cuestionarte algo sobre lo que no tengo conocimiento; si no me perdonas y te apiadas de mí, me contaré entre los perdedores”. (Corán 11:47)

Noé liberó a los animales, pájaros e insectos, y éstos se dispersaron por toda la tierra. Noé y su familia (los creyentes) desembarcaron, y entonces Noé tocó la tierra con su cabeza en postración. En este punto el Corán y las narraciones del Profeta Muhammad dejan la historia de Noé. No sabemos cómo continuaron sus asuntos con su pueblo, ni qué ocurrió con su familia. Todo lo que podemos determinar es que en su lecho de muerte Noé llamó a sus hijos a su lado y les pidió adorar al Único Dios: El Creador y Sustentador del Universo.

Dijo el Profeta Muhammad:

“Cuando la muerte de Noé, el Mensajero de Dios, se acercó, él advirtió a sus hijos: ‘Les voy a dar dos consejos durables: les ordeno hacer dos cosas y les advierto también de no hacer otras dos. Los exhorto a creer que no hay divinidad sino Dios, y que si los siete cielos y las siete tierras fueran puestos juntos en un plato de una balanza, y las palabras ‘no hay divinidad sino Dios’ fueran puestas en el otro plato, estas palabras pesarían más que lo otro. Les advierto que no asocien a nada con Dios ni sean orgullosos”. (Sahih Al Bujari)

La mayoría del pueblo de Noé rechazó su mensaje, pero el mensaje sobrevive en los corazones y las mentes de los musulmanes de hoy día. Las palabras de consuelo y las esperanzas de salvación que Noé transmitió a sus hijos mientras estaba en su lecho de muerte, siguen siendo parte de la creencia de los musulmanes y confirman su actitud hacia Dios. Pues el Profeta Muhammad, que la misericordia y las bendiciones de Dios sean con él, también nos dice que Dios establece un pacto con los creyentes: Si no adoramos a otros dioses junto con Dios, Él no nos negará el cielo.

 



[1] Basado en el trabajo del Imam Ibn Kazir, Las Historias de los Profetas.

[2] Sahih Al Bujari.

[3] Al Ashqar, U. (2003). Los Mensajeros y los Mensajes. Serie Credo Islámico. International Islamic Publishing House: Riyadh.

[4] Al Ashqar, U. (2003). La Creencia en Allah. Serie Credo Islámico. International Islamic Publishing House: Riyadh.

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