Stephanie, excatólica, Suráfrica (parte 4 de 6)


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13 de febrero de 2011: Fui criada con esta mentalidad cristiana fundamentalista que tiene miedo de las demás religiones, pensando que si las exploro enojaré a Dios. Y estoy aterrada de lo que mi mamá pueda pensar. Aunque ella comentó hace unos años en el centro comercial: "Debiste nacer musulmana", me dijo el otro día cuando le conté de mi interés en la oración oriental: "¡Siempre y cuando no te vuelvas mahometana!"; y yo pensé: "¡Oh, Dios, mi mamá sabe que me gusta el Islam!". Terminé diciéndole algo como "la elección de mi religión es asunto mío, no tuyo".

Cuando recuerdo por qué amé la vida enclaustrada de una monja y por qué amé el catolicismo, veo todas esas cosas en el Islam, en especial la unidad, que es lo que más me atrae. Es probablemente la religión más cercana a mi perspectiva de vida. Tengo que explorarla o, de lo contrario, esto se volverá abrumador. Siento que si la exploro perderé la fascinación en ella y podré regresar al cristianismo. Parte de mí quiere convertirse, parte de mí está ATERRADA. "¿Y si voy al Infierno?" es mi mayor preocupación. Y, sin embargo, sentía el mismo temor cuando pensaba en entrar al catolicismo. Esta noche me eché a llorar de tan trastornada que estoy por este asunto. He investigado mucho sobre el Islam últimamente y he leído historias de conversiones, e incluso he sintonizado mi radio en una estación islámica. Le he dicho a Dios que una parte de mí odia al Islam por interesarme, y en verdad es una relación de amor y odio. Tengo que aprender a vivir con este interés. Pero como ya dije, tengo miedo de ofender a Dios, ¿y qué pensará Jesús? Me siento como hipócrita en misa, pero sigo asistiendo a ella.

14 de febrero de 2011: A menudo tengo mucho miedo de contarles a mis seres queridos cristianos acerca de mi interés en el Islam por temor a que digan que me estoy desviando por el mal camino y que perderé mi alma. Encuentro al Islam muy completo, simple, fuerte y austero, a diferencia del catolicismo, que es más complejo y hasta un tanto sentimental a veces.

Muchas cosas: su forma de rezar postrándose, su simplicidad, su separación entre hombres y mujeres en la oración, rezar descalzos, su énfasis MARAVILLOSO en el pudor y el velo, su visión de las mujeres (me he considerado a mí misma una amargada antifeminista, pero cuando veo al feminismo con lentes islámicos, quedo en paz con él, puesto que las mujeres no comprometen su modestia ni su feminidad). También me encanta su ayuno de Ramadán, el peregrinaje que hacen, la limpieza de su ritual de ablución, su abstinencia del alcohol, su aversión a las relaciones extramaritales –ellos prefieren que hombres y mujeres se reúnan en presencia de chaperones y arreglen sus matrimonios–, etc.

Cuando miro hacia atrás en mi vida, me parece que he sido musulmana por la forma en que me he resguardado. Prácticamente nunca salí en una cita –tuve dos novios con los que me reunía en mi casa o en la de ellos, o salía con ellos junto con otros amigos o con mis padres, etc.–. Desde los 17 años me he vestido con modestia y amo cubrir mi cabeza, nunca tuve debilidad por el alcohol, me ha gustado siempre el desafío de ayunar y la oración (de ahí mi anterior amor por la vida enclaustrada).

No es que quiera rechazar el cristianismo, sino que encontré algo con lo que creo que podría identificarme más y encajar en ello.

Entrando al Islam

Para entonces, yo no podía resistirme más así que hice mucha investigación, leí muchas historias de conversiones de mujeres, y comencé a creer que era posible abandonarme y dejar que Dios me guiara. Como mi corazón ya había estado persuadido desde tiempo atrás, todo lo que tenía que hacer era convencer a mi mente. Así que leí artículos en internet y la traducción al inglés del Corán, y comencé a rezar a la manera islámica, haciendo primero la oración nocturna, utilizando una pequeña estera para rezar en ella, y haciendo wudú (ablución ritual) de la manera prescrita. Fue difícil persuadir a mi mente, pero le supliqué a Dios Todopoderoso, el más Clemente, el Misericordioso, que me guiara. Le pedí que me diera un respiro y al día siguiente leí algunos artículos.

Nada parecía haberme impactado realmente hasta que leí un artículo en www.defending-islam.com titulado El milagro del Corán, por Khalid Baig. Fue como un golpe fuerte en la cabeza. Decía lo siguiente:

"El reconocido erudito Dr. Hamidullah nos cuenta acerca de un esfuerzo llevado a cabo en Alemania por parte de los eruditos cristianos por reunir todos los manuscritos griegos de la Biblia, ya que la Biblia original en arameo ya no existe. Ellos reunieron todos los manuscritos del mundo, y después de examinarlos reportaron: "Se han encontrado unas doscientas mil narraciones contradictorias... un octavo de ellas son de naturaleza importante". Cuando se publicó este reporte, algunas personas establecieron un Instituto para la Investigación del Corán en Munich, con el objeto de examinar el Corán de la misma manera. Para 1933, se habían reunido 43.000 fotocopias de manuscritos coránicos. Si bien se encontraron algunos errores menores de caligrafía, ¡no se descubrió ni una sola discrepancia en el texto!".

¡¡¡Wow, wow, WOW!!!… ¡ESO es realmente un milagro! ¿De qué otro modo puede ser posible? Quedé profundamente impresionada al saber que existe una única versión del Corán. Como cristiana protestante, había estado buscando la Biblia más genuina y había tomado la versión Rey Jacobo como si fuera la "autorizada". Luego, al hacerme católica, me di cuenta de que esa no era la más original. Compré una Biblia Nueva Versión Estándar Revisada, pero consideré la versión Douay-Rheims como la más auténtica pues está basada en la Vulgata de San Jerónimo eso era lo más cerca que podía llegar a la Biblia original. Lamentablemente, era demasiado costosa para comprarla. También me encantaba la Biblia de Jerusalén, que era la utilizada en la Liturgia, pero también había dos versiones de ella. ¡Todo era tan confuso! En cambio, con el Corán, si bien existen diversas traducciones a muchos idiomas, hay una única versión: la original en árabe. Y no solo eso, sino que todo musulmán tiene acceso a aprender a leer árabe y se puede beneficiar de la versión real. Una gran diferencia con la historia cristiana en la que la Biblia era leída solo por algunas personas, en su mayoría sacerdotes, que fácilmente podían enseñarle a la gente sus opiniones personales.

Fue entonces cuando decidí someterme a Dios. ¡Cuán feliz estaba! No solo eso, sino que la visión islámica de las mujeres le puso fin a mi conflicto en la Iglesia Católica. Podía reconciliar las buenas cosas del feminismo con la modestia y el velo. ¡Al fin, había hallado un nicho! Mi amargura se disolvió como el rocío al sol.

Esto había ocurrido poco después de otro acontecimiento: después de todos los años en que me esforcé por discernir mi vocación por entrar a un convento, decidí que era tiempo de tener un trabajo apropiado para poder finalmente salir de la casa de mis padres y hacerme independiente, cosa que se hacía indispensable con el movimiento de las cosas. En una carta anterior (2 de marzo de 2010) mencioné que iba regularmente a una tienda a comprar mis cosas de costura, pues ya conocía bien a sus dueños (y porque ellos eran musulmanes). Decidí tomar un trabajo de medio tiempo allí. A la semana siguiente, pasé para comprar algunas cosas para un vestido como excusa para preguntar por el trabajo y compartir mi interés en el Islam. Cuando compré los adornos, me quedé conversando sobre el Islam con una señora maravillosa que trabajaba allí, y que me dio el número de teléfono de su hermana, quien conocía a alguien que trabajaba en una Madrassah (escuela musulmana) y que estaría dispuesta a enseñarme. Para mi alegría, obtuve el trabajo (aunque poco después lo perdí en una reducción de personal). Luego, la señora hizo algo que me tocó profundamente: le dijo al hombre que ellos ya no debían volver a saludarme con "hola" sino con "¡Salam Aleikum!" (la paz sea contigo). Entonces, contesté: "¡Wa Aleikum Assalaam! (y que contigo sea la paz)"

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